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Chaman - Esculptura de Karoo Ashevak

Religare, el camino de vuelta al alma

La religiosidad del uso de la marihuana no es como la religiosidad de religiones formales, definido hacia más de 2000 años por el romano Cícero, en el sentido de un desempeño diligente de rituales – del verbo latino re-legere, releer - instituidos por la tradición y la misma orden  cosmológica. Después de haber cumplido escrupulosamente su deber para con los dioses, el ciudadano estaba nuevamente en condiciones de dirigir su atención a los asuntos mundanos de la vida cotidiana. La religiosidad a que nos referimos es más cerca a la religiosidad como definido por Lactancio, padre de la iglesia quien, refutando a Cícero, decía que es por la piedad que somos ligados a Dios. Religión según Lactancio vendría del verbo re-ligare, o sea, renovar el lazo con el espíritu divino. Observamos como a comienzos de la era cristiana la religiosidad había evolucionado de un acontecimiento puramente ritual hacia la introspección de la relación de uno mismo con Dios. Pero este religare de Lactancio todavía es una religiosidad ligada a la idea de algún ente divino, una ideología que muchos hoy en día no pueden tomar en serio.

La esencia de la religiosidad del consumo de la marihuana justamente consiste en que no se basa en alguna doctrina. Al contrario, es dirigida en contra de toda doctrina. De la manera en que el dios védico Indra, con la ayuda de la marihuana, mato al dragón para que la vida podría rejuvenecerse, y que en el Zoroastrismo, de nuevo gracias al divino Haoma – lea marihuana – la Mentira podría ser combatida, de la misma manera el uso de la marihuana provoca una gran limpieza mental que libera el alma de toda ideología. Este es un proceso psicológico – suave o aplastante – que cada consumidor experimenta. Puede ser un proceso doloroso, en que el ‘ego’ muere un poco, pero a veces mucho, de modo que algunas personas fumando marihuana por la primera vez llaman desesperadamente por un médico o un cura. Pero gradualmente este proceso se vuelve benigno y de corta duración, como un estremecimiento pasajero, que luego abre espacio al gozo del estado extático.

Este gozo consiste en que el ‘Yo’, por decirlo así, se esfuma, por lo que de repente las personas en tu alrededor se hacen más visibles y comprensibles y que puedes apreciar su compañía como nunca antes. Tu personalidad, lejos de hacer sentir los demás como un infierno, según decía Sartre hace 50 años, ya no te puede estorbar. Tu alma sube ahora de lo más profundo de tu ser y te incita a abrazar los demás. Tu alma, aprisionada en una torre de miles de años de aculturación alienante, de repente se manifiesta en toda su gloria y alegría. Gracias a esta medicina de la naturaleza somos de nuevo capaces de religare, de disfrutar de la vida espiritual, algo que la humanidad había desaprendida desde que a comienzos de la historia oficial había sido forzada a tragarse una espiritualidad prescrita.

El consumo de la marihuana es un ritual religioso por excelencia, que tiene sus origines en los tiempos chamánicos cuando la naturaleza dictaba la vida cotidiana y los hombres vivían en una relación simbiótica con el medio ambiente. Recién cuando los chamanes comienzan a elaborar doctrinas y se vuelven profetas de religiones oficiales, es cuando la religiosidad de la experiencia extática es cuestionada. Con el refinamiento de las doctrinas y su cristalización en textos escritos, los profetas son marginalizados por los sacerdotes, estos maestros de las doctrinas y guardianes de las almas.

Es de notar como también Jesús, el mismo que maldecía los sacerdotes del templo en Jerusalén por su comportamiento inicuo, enseñaba que el primero será el último y que, para encontrarte a ti mismo, tendrás primero que perderte. Esta percepción psicológico sobre la manera de llegar al ‘cielo’, aquí y ahora, es exactamente lo que la intoxicación de la marihuana nos enseña. En un periodo ulterior el mensaje cristiano cambio y el cielo se volvió un lugar que podemos ganar, después de la muerte y recien al final de los tiempos, a condición de que durante nuestras vidas seguimos piadosamente los rituales prescritos por los jefes religiosos – no importa su credo. Pero eso ya no nos importa. Gracias a la naturaleza tenemos nuestra medicina, la que nos ha hecho recuperar la conexión con nuestra propia naturaleza. ¡Que viva la Marihuana! Por haber hecho del mundo un lugar mejor para vivir.