En las pausas de sus actividades de publicación de comics, los Makokis irían almorzar al cercano restaurante popular Mercadillo de Puerta Ferrissa, que tenía un patio donde comerían y pasarían, a menudo durante horas, con una botella de brandy y un poco de hierba, discutiendo y escuchando a las historias sobre su día en la corte del abogado Ramón Santos. Ramón tuvo una experiencia de abogacía de por vida y un corazón noble, los cuales utilizó en la corte para el beneficio de sus clientes, a menudo personas acusadas de actividades relacionadas con las drogas.
La competencia e idealismo de Ramón contagiaba a los Makokis, todos fumadores de cannabis, de modo que cuando el doctor falleció seguían hablando de defender sus derechos. Fue entonces cuando Jaume Torrens, un colega más joven de Santos, que había venido con el maestro para disfrutar de las comidas comunitarias, ahora sugirió formar una entidad legal, "una asociación que defienda los derechos de los consumidores de cannabis". Una vez que decidieron seguir adelante, Jaume redactó los estatutos, Felipe firmó, y Katy fue al Registro Público para inscribir a la asociación, y fue rechazada.
Los consumidores de cannabis no podrían ser aceptados, pero los estudiantes si podrían. Así es como se convirtieron en estudiantes, con Ramon Santos como su santo patrón.
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Ramón
Santos Fernández
Amigo, maestro y genio para el que sesenta años de existencia fueron densos, activos e imparables. Defensor de los consumidores de sustancias prohibidas ante los tribunales y notable jurisperito en materias penales, dedicó sus mejores horas y energías a la lucha por la libertad y la seguridad jurídica de aquellos.
Las puertas de su despacho profesional de abogado estuvieron siempre abiertas a los "fumetas" de todas las procedencias que a partir de los años cincuenta empezaron a convertirse en clientela asidua de comisarias y juzgados de guardia. |
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Fue en estas circunstancias que el 13 de marzo de 1992, entró en vigor la "Ley Corcuera", la Ley Orgánica de Protección de la Seguridad Pública, que llevaba el nombre del ministro del Interior José Luis Corcuera. El consumo de cannabis se había vuelto punible por ley y los consumidores podrían ser multados; si se sospechaba que se estaba cometiendo un "delito de cannabis", las fuerzas de la ley podían ingresar a la propiedad privada sin orden judicial. "Ley de la patada en la puerta" se la llamaba.
Los consumidores de cannabis asociados bajo el patrocinio de Ramón Santos se enojaron mucho con estas medidas represivas y meditaron sobre la respuesta adecuada a este ataque cruel a su felicidad. Lo primero que querían hacer era manifestar adecuadamente su descontento. Katy, con años de experiencia política en su haber, comenzó a escribir un manifiesto, impulsado por la ideología trotskista y la rabia cannábica.
Mientras tanto en Vic, a unos 60 Kms tierra adentro, Jaime Prats y sus amigos también planeaban protestar contra esta nueva ley, hablando de formar una asociación para defender sus derechos. Jaime recuerda que "al escuchar que en la Plaça del Pi funcionó una asociación de reciente creación con las mismas características, fuimos a Barcelona y nos afiliamos a ARSEC".
Escribiendo en la edición de junio de 2016 de la revista Cáñamo con ocasión del 25 aniversario de la fundación de ARSEC, Katy, después de confesar que hasta ese día había ignorado el hecho de que el hachís se producía a partir de la planta de marihuana, afirma que "fue en la primera Asamblea General de ARSEC que leemos el Manifiesto y fue en esa reunión que nosotros, los urbanitas, fuimos acompañados por los granjeros, ‘capitaneados’ por Jaime Prats. De ese feliz encuentro surgió la idea de una plantación colectiva para el consumo individual y el estudio colectivo".¹
Por su conocimiento agrícola, Jaime fue designado "botánico" de la asociación. Pero pronto se dio cuenta de que antes de poder plantar, los miembros tenían que aprender sobre las plantas y la plantación. Así que emprendió una gira de conferencias por la Barcelona "subterránea", explicando a los "urbanitas" la técnica de cultivar sus propias plantas y las ventajas de cultivar sobre tener que comprar hachís en el mercado negro. Mientras tanto, Jaume Torrens, Felipe Borrallo y Katy Baltierrez enviaban cartas a diferentes instituciones judiciales², sociales y académicas, informando sobre sus planes para una plantación colectiva. "La respuesta³ favorable del Fiscal J.M. Mena, movilizó recursos, entusiasmo, complicidad y grandes dosis de generosidad entre la gente de ARSEC, apenas un centenar en ese momento". ⁴
Jaime Prats también recuerda distinctamente este episodio:
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"La respuesta del fiscal de entonces, José María Mena, era: 'La referencia para el consumo especifica que se limita exclusivamente a la producción concreta de autoconsumo, que debe entenderse como individual, no punible y no el autoconsumo colectivo de la asociación, lo que plantearía graves problemas penales ". Esa respuesta no resolvió exactamente nuestras dudas, pero nos alentó a seguir adelante ". ⁵ |
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El último obstáculo se tomó cuando en una asamblea general y no después de un acalorado debate, el proyecto para cultivar colectivamente en Montbrió del Camp fue unánimemente aceptado por todos los socios de ARSEC. En palabras de Felipe Borrallo:
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"El fiscal había declarado que una plantación para el consumo de los socios no sería un delito punible. Pero eso era pura teoría, ya que todavía no había habido un caso concreto. Por lo tanto, la asamblea decidió poner la teoría en práctica. Joaquín Blasco nos proporcionó el terreno en Montbrió del Camp y cuando llegó la primavera, unos setenta miembros se comprometieron a llevar a cabo la plantación y cuidar del mantenimiento de la misma". ⁶ |
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